
Tenía miedo, no sabía como habia llegado, como esa mesa y esa silla habian llegado allí y como ese trono habia aparecido de la nada. Estaba oscureciendo muy rápido y no tenía tiempo para salir corriendo, porque en minutos me iba a quedar a oscuras y no iba a ver nada, absolutamente nada. Lo único que me podía salvar era un milagro, pero dudaba en que ocurriese en ese preciso instante, no podía hacer nada más que sentarme en la silla o el trono y esperar a que amaneciese al otro día para poder emprender el camino hacia la salida de ese bosque tenebroso. Me senté y me dormí, unos brazos me abarazaron de la nada, me asusté y pegué un salto de donde estaba sentada.
-No temas- me dijo- Yo estoy contigo, jamás te voy a abandonar-
Al segundo, me dí cuenta quien era, era una voz femenina, muy dulce y sincera, pero el solo escucharla te daba piel de gallina y sentías que te tomaba el alma y se la apropiaba. No podía hacer nada, ya se había aporedado de mi alma, no podía sacarla de mi mente, iba a convivir conmigo toda la vida, por siempre y no podía hacer nada. Me volví a sentar, y volví a sentir esos brazos que me tomaban por atrás y me abrazaban una vez más para poder protegerme, me volví a dormir, y sentí que jamás iba a volver a despertar... todavía siento que no desperté de ese sueño y que no salí de ese bosque tenebroso y que por supuesto, esos brazos me siguen tomando por detrás y me abrazan, pintandome con colores la vida y mintiendome una vez más.